No creo en el amor
eterno, tampoco en el amor a primera vista; nunca lo he hecho.
Pero eso sí, yo creo
en el amor.
El amor a secas, sin
reglas, sin complementos, sin ataduras, sin anestesia.
Creo en el amor
sincero, incondicional.
Tengo asumido que el amor
perfecto no existe,
No existe un amor sin
peleas, sin dudas,
Sin equivocaciones,
sin celos…
LAS COSAS NO SON TAN FÁCILES.
Pero, ante todo, yo
creo en ti, creo en nosotros y creo en el amor.
Creo en el amor con
todo lo que eso conlleva.
Creo en el amor,
sabiendo que no todo será bonito, sabiendo que jamás será como me lo imaginé,
sabiendo que casi todo lo que soñé a tu lado, se quedará en eso, simples
sueños.
Creo en el amor,
sabiendo que, incomprensiblemente, va siempre unido al dolor.
Creo en el amor,
sabiendo que, por mucho que duela admitirlo, siempre tiene un final.
Antes o después, bien
o mal, todo acaba.
Cuando uno de los dos
se va, ¿qué es de ese amor que se tenían?
Cuando eso pasa, ya no
se quiere a quien se fue, sino a su recuerdo.
Ya no es querer a esa
persona, ya no es estar enamorado de aquel que se va; Es extrañarlo cuando ya
no está, y querer a ése recuerdo que ya sólo volverá en forma de imágenes; el
recuerdo de un olor, de un momento; un recuerdo del amor y del dolor.
Y, aquel que se va
cuando tanto ama… ¿dónde abandona todos esos sentimientos? ¿A dónde van?
Ese amor, se entienda
o no, se crea o no, ya no va a volver.
Ese amor ya no está,
nadie lo da y nadie lo recibe.
Al menos yo lo veo así.
Supongo que es el
miedo a perderse el uno al otro lo que provoca a muchos el decir, o el creer
que su amor todo lo puede, y que ni la muerte va a separarlos,
Pero al menos para mi,
no es asi.
Yo solo creo en el
amor, aquí y ahora. Sin promesas imposibles de cumplir, y sin frases hechas.
Creo, y siempre creí
en el amor “hasta que la muerte nos separe”, pero no el amor eterno.
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